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muerte-dignagericault la mortla muerte triumfanteSaint Gaudens (El Duelo)Los ataudes abiertos

Recuerdo muy bien la primera vez cuando vi a mi padre tirado en la cama del hospital. Él estaba en coma, y no podía hablar para nada. Había tubos que le conectaban a algunas maquinas que mostraban los constantes vitales. Todo el ambiente parecía como una red de tubos a las aberturas de su cuerpo.

Noté una bombona empujando oxígeno por la tráquea, y había tubos para suministrar alimentación y bebida. Se veía tubos para quitar la orina y heces, y había aun más tubos picados en las venas para darle drogas fuertes de sedación, esteroides, y la medicina contra las enfermedades convulsivas. Por la cabeza, los médicos habían puesto bandejas pegadas con cables sobre el frente, todas conectaron a una electroencefalograma. Los médicos querían registrar las ondas de las neuronas. Además, había tubos pequeños de drenaje por los pulmones y el pecho.

Durante la semana, los médicos ya le han probado los análisis de sangre, orina y heces, y de la espina. Los médicos también le administraron un escáner del cerebro. Todas las pruebas laboratorios volvieron negativos. Mi padre aún tenía la salud buena, aunque se sufría en la cama hospitalaria y estaba en coma. Tampoco los médicos sabían mucho sobre la enfermedad que mi padre padecía.

Mi padre parecía mas delgado, perdió la papada y la pequeña peluca que él había llevado por muchos años. Yo notaba menos arrugas en la cara. Ya veía mi padre como un calvo con pelos gris, pero más joven. Sin embargo, él respiraba bien y tenia los constantes vitales activos. Después de visitar mi padre en el hospital, volví con mi madre para su casa.

Cuando estuve en casa, no podía comer mucho, ni ver la tele, ni leer libros, ni escuchar la música. Solo yo pensaba en mi padre, y a lo mejor, el resultado sería el pésimo: mi padre va a morir. Pero no, yo no podía pensar en la muerte de mi padre. Mi padre va a recuperarse mañana, siempre hay mañana. Él va a mejorarse cuando los médicos decrezcan la medicina de sedación.

Una conmoción me entró en el cerebro, y me noté algo mas fuerte aún. Cuando veía a mi padre en la cama hospitalaria, a la vez, vi a mi madre llorando, suplicando y hablándole con mucho cariño a mi padre. Por la primera vez en mi vida, yo miré el amor incondicional, la lealtad a su esposo de cuarenta seis años, y la nobleza de una mama que siempre defendía y hacia de todo para mi padre. El amor así, el amor de mi mama, rompió mi corazón completamente.

Durante todo la espera en el hospital y después en el hospicio, la muerte venida de mi papa me dio un golpe de tristeza, unas conmociones mezclada de culpa, rabia y ansiedad, y a la vez, su muerte me transformó, me cambió, y me daba otra vida. Durante la temporada de espera, he aprendido el poder de la muerte. La muerte bien enterada tiene el poder de la rejuvenecían y la gracia. La espera hacia la terminación física me educaba sobre el equilibrio entre la muerte y el amor. El equilibrio me lo hablaba de lo místico.

Después de una semana y media tirado en la cama en la sala urgente en el hospital, los médicos no podían hacer más tratamientos para ayudar a mi padre. El hospital le trasladó al hospicio al fondo de la entrada del hospital. Mi padre se quedó una semana y media más en una coma profunda sin los tubos de alimentación y de bebida. Mi padre no sufría más convulsivas y se podía descansar con los tubos de morfina. Todos los días, mi mama y yo le visitaba al padre en su cuarto del hospicio. Pusimos la música clásica, y el aire acondicionado a bien templado. Le susurramos palabras de amor y tristeza en las orejas de mi padre. Mi mama le leía el periódico de vez en cuando, entre los sollozos.

Una mañana muy temprana, mi padre se murió repentinamente. Llegamos con mucha prisa, mi mama y yo. Cuando llegamos al cuarto, nosotros veíamos el cadáver de blanco, los extremidades con los dedos azul y la boca media abierta, y le tocamos el cuerpo sin aire – todo con lagrimas y cariño. Una media hora más adelante, mi hermano llegó con su esposa en el cuarto de la muerte. Durante la primera etapa de la enfermedad hace dos meses, mi hermano quedó en la casa de mis padres, y esta vez, él había llegado anoche, antes del día de la muerte. Toda la familia nueva estaba presente a su muerte anunciada.

Nos abrazamos todos, la nueva familia, dentro del cuarto. Con mucha tristeza, nos despedimos de papa. Volvemos a la casa de mis padres – sin mi padre para siempre. Perdí mi padre, mi padre físico, eternamente. Un poco más tarde, tomamos café juntos con comida en un hotel de lujo por la zona. Hablamos sobre nuestro padre, sobre sus éxitos comerciantes, sus viajes, sus proyectos de caridad, y las historias graciosas de toda su vida. Mi padre vivía muy bien, y al final de todo, su muerte fue la buena muerte. El voló a los espíritus por una coma profunda sin dolor, la muerte de sueños. Al principio del sufrimiento, el padre padecía mucho, y por el comienzo de la muerte, se flotaba al mundo de los fantasmas. Yo me cambie también.

Aprendí un montón de cosas sobre la vida y el amor puro. Por el camino de la muerte de mi papa, yo me renací a otra persona. Antes, el pasado era una pesadilla en el cerebro, durante los días y las noches. Ya evito los pensamientos sobre el pasado, y cuando me recurren en el cerebro, los ignoro y los tiro a la basura mental. Antes, yo tenía ocho páginas grandes que cabían todos los enemigos: todos los me pegaron, me ofendieron y me insultaron por todo mi vida. Las páginas eran escritas para lanzar malos hechizos contra ellos. La muerte del papa me enseñó que la brujería contra mis enemigos pasados, no hicieron nada contra ellos; sin embargo, las maldiciones me imprecaron. Mi vida era la vida maldita realmente.

Yo vi a la hermana menor del padre también. Ella llegó del este para despedirse a su hermano, mi padre. Ella tenía alrededor de setenta años, y ella siempre se obsesionaba sobre los tiempos pasados, nunca podía dejar el tiempos remotos a la basura. Ella resucitaba las broncas, penas, y historias de sus hermanos y padres. Todo era muy feo.

Una vez dentro del cuarto hospitalario de mi padre, la hermana menor empezó una bronca con la hermana mayor sobre una tontería que pasó cuando las dos eran adolescentes. Mi madre le reprochó inmediatamente a la hermana menor porque su esposo estaba muriendo en el mismo cuarto. La hermana menor era una trotamundo por todo el mundo, una catedrática de inglés y tenía una inteligencia muy animada – pero su cara era desagradable. Ella se llevaba un ceño fruncido durante las horas, sus risas eran falsas, y su cara era mutilada con la boca que mostraba mucha pena, y tampoco se cuidaba mucho la vestimenta y el pelo. Viendo a la hermana menor fue una premonición. Si yo no cambiaba mi actitud, yo seria una mala copia de esa harpía.

La hermana mayor de mi padre era el revés, y las diferencias entre las dos eran asombrosas. Ella se comportaba con sofisticación, refinamiento y cortesía. Su conversación fue discreta, y que incluían los momentos silenciosos. Ella se transformó en una anciana dama de honor. Ella vivía en la ciudad grande, era una patrocinadora de arte, y daba clases del mercado de arte en la universidad. Un día, le di a ella todo eso.

La muerte del padre me mostró el camino para vivir la vida hasta mi propia muerte. Ya yo enteraba todo. Hay que tirar el pasado al viento y al mar, e incluyen las penas y los sufrimientos del pasado. Todos de nosotros somos culpables, y hemos hechos acciones desagradables e injustos por nuestras vidas. Hemos de llevar la misericordia y el amor para todos que encontramos en nuestras vidas. Me di cuenta que mi padre siempre me quería aun cuando nos discutimos. Aprendí algo aun más profundo.

Cuando era estudiante posdoctorado, estudié la tanatología, o los estudios sobre la muerte, con la historia y la antropología. Me interesaba mucho sobre la religión y los ritos relacionados con la muerte. Después de recibir el titulo del doctor, yo pensaba que yo sabía todo sobre la muerte.

Si alguien no experimenta la muerte de un padre o de un hermano, o hermana, el o ella no sabrá mucho sobre la muerte en sí. La religión lleva su poder actual atreves de la muerte, y no como los mitos sobre el más allá. La religión usa la historia de la muerte para acercarnos a la fe.

La pasión de Jesús y su resurrección, la última batalla de Mahoma y su vuelo de noche sobre los reinos del mundo, la renuncia del Buda y su apagamiento de vidas de sufrimiento por el camino de la verdad, todos de ellos nos hablaban sobre el poder místico de la muerte. Cuando el padre estaba muriendo en la cama, hablé con el capellán del hospital. Él me aconsejó que la muerte también nos traiga los milagros.

Así es la muerte del padre. Perdí el padre físico, su fuerza y su presencia, pero gané otra vida para salvarme de mi mismo. Cuando el padre murió, yo embrazaba otra familia nueva: mi mama, mi hermano y su esposa. Antes de la muerte, no hablaba con mi hermano. La muerte del padre cambió todo, ya llevo el amor y la caridad con mi nueva familia. Durante unos años en el pasado, tampoco hablaba con mi padre, y volví a mi familia después una temporada rebelde. Fui el hijo pródigo. La gracia del padre siempre me cubría, y todavía me cubre. El Padre murió, pero ya, su espíritu vive en medio de nuestra familia con mucho amor. El amor del padre me convertí a la gracia y el espíritu de la verdad. Nunca nos podríamos dejarlo fuera del ambiente anímico de El Padre.