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Jorge_ManriqueCoplas-a-la-muerte-de-su-padre-Manriquedanza-de-la-muerteLA MUERTECaprichos_Goya_Love_and_DeathCine, paseo entre el amor y la muerte

El año 1478 fue una temporada violenta en Europa. El imperio turco había sacado la provincia de Albania del imperio veneciano, el imperio más fuerte en el continente. La realeza británica había tenido conspiraciones contra sus posiciones, y el rey mandaba ejecuciones, y contra su propio hermano además. Eran los principios de las sangrentadas ‘guerras de las rosas.’

Después del asesinato de un Medici, el ‘jefe,’ Lorenzo de Medici, golpeaba contra los conspiradores. Un poco más tarde, él arrancaba los controles del imperio florentino para aumentar las riquezas de la familia aun más. Hechos parecidas pasaban en la península ibérica también.

Había algunos reinos en la península: el reino castellano, el reino nazarí, el reino navarro, el reino aragonés, y el reino portugués. El reino nazarí estaba muriendo, y a la vez, los reinos-imperios aragonés y portugués habían montado marinas para luchar contra los imperios itálicos. El imperio portugués comenzaba su poder mundial por las vías atlánticas, y los secuestros y asesinatos de los esclavos africanos. El imperio castellano, mientras tanto, quedaba en las luchas de caballo, de espada, y de la armadura de cuero. La arma más importante era la mentalidad siempre guardaba en la cruz. Toda esa significaba la cruz de la muerte.

El 30 de septiembre de 1478 fue un día maravilloso para luchar. Un poco de solito con los nubes estremecidos brillaban en la distancia. Un viento suave rodeaba por las cuestas verdes y castaños. Un caballero que perdió su padre guerrero por las luchas recientemente, era listo para matar o morir. Era caballero de espada, y también de la cruz. Como su padre, él era caballero de Santiago.

Ese día, por la tarde más templado, Manrique se quedó herido en el campo de la batalla contra los otros caballeros españoles. Ellos luchaban por el otro lado, que se quería decir, otro patrón aristócrata. Al final del día, por la noche más fresca, el caballero del honor y con la sangre fría, murió en paz. Ese caballero no era un soldado de contrato, ni era un mercenario solamente. Era también un poeta y filosofo. Durante, su vida, él encontraba la dialéctica entre el amor y la muerte. Su nombre fue Jorge Manrique.

Durante todas las batallas, Jorge Manrique pensaba mucho, y escribía coplas de poemas sobre sus penas y experiencias por la vida dura. El hombre Manrique pasaba una temporada corta, pero durísima, en la cárcel, y perdió su querido padre mientras ellos luchaban para otro aristócrata castellano. Desde entonces, y como muchos caballeros, él amaba una dama; sin embargo, él tuvo que luchar continuamente para sus patrones. Así era vida, y la muerte en todos sus sentidos, así que siempre le tocaba a Jorge.

Muchos caballeros europeos durante la alta edad media, también lo sabía mucho sobre la muerte. Su trabajo era así, matar o morir. Como Jorge Manrique, ellos luchaban para cualquier jefe o patrón que daba los mejores provechos o fueros. Su lealtad era concreta: el provecho de los obreros, de las tierras y de los fueros legales. Los caballeros tenían que arriesgarse la vidas, usar la violencia, y quedar en el honor. Ellos merecían el botín. Jorge Manrique tuvo suerte de recibir la sabiduría profundo sobre la muerte.

Al final de todo, solo la muerte queda segura. La vida sigue, pero la muerte avanza lentamente, y más fuerte aun. El tiempo de la vida va más rápido y se queda más corto cuando nos enviejemos. De verdad, la vida solo queda algunos años. La muerte nos persigue hasta siempre. La juventud tiene su belleza porque la vida lanza más fuerte y enseña más energía que la muerte, pero la muerte gana la batalla al final de todo.

Hay un misticismo de la muerte también. Los santos españoles durante una época más adelante en la historia lo sabían. Eran Teresa de Ávila y Juan de la Cruz. El primer camino de la muerte, se pierde el movimiento y el hambre. El segundo camino se pierde el conocimiento mental y la respiración. El tercer camino es el acto absoluto del cadáver.

Ya todos de nosotros luchamos diariamente para respirar, andar, cagar, picar, trabajar, limpiar, mear, sentarse, comer, beber, fumar, descansar y dormir. Nuestros actos comunes son realmente escenas y actos en el escenario de la vida hacia la muerte.

Los otros extremos del camino de la muerte significan el nacimiento, festejar y hacer el amor. Aunque esos verbos parecen opuestos a la muerte, esas acciones aún guardan la muerte a la vez. Mujeres y bebes pueden morir durante el parto. Las personas que se abusan con el alcohol, las drogas, o se vuelvan agresivos, pueden morir durante las fiestas. Los amantes se gastan los fluidos y las respiraciones profundas durante las posiciones sexuales. El éxtasis del amor lleva muchas relaciones con la libertad de la muerte dulce.

Entre la fiesta de libertad y la guerra para morir bien, o el camino entre la vida y la muerte, es el sueño. El sueño es la muerte pequeña. No hay vida sin sueño. El sueño hace sus propias trampas al mismo tiempo. Hace miles años en la India, el filosofo Buda explicaba a sus monjas, o ‘la sangha.’ que la vida fluía entre sueños y ilusiones cerebros, o ‘maya.’ Todo eso llevaba al sufrimiento y a la locura. Sin el control mental, o ‘samadhi,’ el adepto muere del cerebro y entra en el infierno de ansiedad. La muerte extingue el sufrimiento.

La dialéctica de la muerte es la lucha absurda entre la muerte y el amor. Los actos más profundos del amor son los soplos de la pareja, no son los sueltos de fluidos seminales. Primero los soplos y después los fluidos lanzan dando la vida poderosa o el renacimiento, tras la muerte pequeña. El sueño se entra también.

Por toda la estética artística de la muerte, la muerte es una acción física y simple. Primero los últimos soplos, y después el descanso permanente. Como Jesús dijo a final en la cruz, ‘es consumado.’ Las intensidades del amor y de la muerte se llevan todos a las luchas, los sueños, las locuras, los extasíes, y al fin, la paz y la libertad.

Como Jorge Manrique veía durante la muerte de su padre, yo experimenté lo mismo. Yo vi la dialéctica de la muerte durante la muerte de mi propio padre. Mi padre era un hombre muy listo y exitoso en la vida. Él tenía una familia, negocios y propiedades. Viajaba por todo el mundo y disfrutaba de la vida bastante. En su vejez, y de repente, se cayó mal de una enfermedad grave. Durante sus trastornos, se sintió luchas, sueños, locuras, los extasíes morfinas en la cama, al fin de todo, la paz y la libertad. Descubrí los misterios energéticos y amorosos en la muerte.

Jorge Manrique escribía en sus palabras –

‘Remedio de alegre vida 
no lo hay por ningún medio, porque mis graves herida
s de tal parte venida,
 que eres tú sola remedio.
 Ven aquí, pues, ya que muero; búscame, pues que te sigo: quiéreme, pues que te quiero, y con tu venida espero 
no tener vida conmigo.’